...esa noche de San Juan...

24.06.2024

... Y enhebras con cuidado la aguja, ese mimo con que enlazas el hilo y el respeto con que la manejas, mientras zurces esos pantalones viejos que tanto te gustan y que quedan como nuevos tras pasar por tus manos. Están destinados a ser piel de tu cuerpo en ese presente que vives con dulzura en el que sabiamente desplazas tus miedos y abrazas tus sueños. Energía que no se disipa y que tu mente y tu alma sabiamente dirigidos por el corazón tamizan adecuadamente a cada momento, según su necesidad evitando los traspiés, dibujando un mañana.

Ecos del pretérito que no se escapan al devenir de nuestros días, aquellos que odiamos y deseamos desterrar para siempre a la oscuridad de las sombras.

Batallan con nuestro alma cada mañana mientras el presente se diluye como el agua entre las manos engullida finalmente por el desagüe, discurriendo por los sucios canalones de esas bajadas que dios sabe donde terminan; en esos suburbios donde se recrean los disturbios y los diablos aderezan los momentos de felicidad, si los hubiera.

Sucumbimos en esa lucha y reptamos hacia el inframundo olvidando que la luz está presente a cada momento sanándonos.

Nos envolvemos en las rutinas y una de ellas es esa llamada que nos hacen a desterrarlo todo en la nada sucumbiendo a sus encantos terrenales de ritos de nuestros ancestros considerados por unos paganos, por otros herencia de los cristianos, aunque posiblemente sean sólo ritos vinculados a la naturaleza y a la mitología  celta, esa que tenemos también  como herencia del paso de esas gentes por nuestras tierras; pues no sabemos hacerlo de otra manera que es tan sumamente sencilla, ese zurcir en el que cincelamos cuerpo y alma, como cuando zurcimos el pantalón viejo.

... Y llega esa noche  y las playas se llenan de luz y en algunos barrios las calles también  hacen sus particulares hogueras de San Juan... sin olvidarnos de la montaña y de los bosques.

Unas maderas y/o  papel y el fuego junto con el agua  son el vehículo que lleva a nuestro ser las energías reparadoras que dicen se otorgan en esta noche.

¿Sabías que se celebra el nacimiento de San Juan Bautista y que en  algunos países, en las casas se erigen altares que pueden visitarse?

¿Sabías que el solsticio de verano se celebraba el día 21 de junio y su eje principal era el encendido de una hoguera para dar más  fuerza al sol?

Se da forma al rito con uno o dos muñecos, Juan y/o Juana que serán quemados en la noche. Junto a ellos las cenizas aún candentes sobre las que los más valientes danzaran, el resto lo hará  a su alrededor.

Sobre el rocío de la mañana pisarás descalzo y obtendrás salud y bendiciones al igual que si te bañas en los arroyos y fuentes.

Para algunos son solo reuniones de amigos para pasar un rato agradable con risas, acompañado de bebida que te llevará hasta el amanecer. En ocasiones tendrás una lista que quemaras en la hoguera con tus miedos y todo sanará.  Dejaras lo viejo, antiguo, malo para hacer hueco a lo nuevo, bueno...

Creo son momentos que sirven para retomar, precisamente eso, las costumbres y la cultura popular. Encender las llamas y rodearte del misticismo del momento y a veces del lugar, recrearte con la narración de las leyendas e impregnarte de energía positiva, esa que se transmite cuando juntos hacemos cosas que son buenas para el alma, como unas risas y un rato de charla, como un emocionarse o sorprenderse de esas gratas palabras, el calor de la hoguera que se refleja en las pupilas que límpidas hoy, ahuyentan el sueño, recreando el momento.

Son muchas las leyendas que existen, casi todas hablan de axas, laimas y mouras e incluso aquellas que proceden de lugares distantes como México, hablo de esa leyenda Maya Xtbay, todas ellas pueden hacerse hoy realidad a nuestra mirada entre esas llamas.

Hay una leyenda, la de la montaña que es originaria de Cantabria que habla de los Caballucos del Diablo a los que se identifica con la libélula.

Dicen son nefastos para los montañeses, pues se dedican a pisotear o quemar las mieses dejando las huellas de sus cascos. Su resoplido es tan fuerte y frío como el cierzo de invierno que hace caer las hojas de los árboles. Sus ojos relumbran como brasas incandescentes.

¿Quiénes serian esos caballucos de colores? hombres pecadores que perdieron su alma y se vieron obligados a vagar por Cantabria el resto de la eternidad. El caballuco rojo fue un hombre que prestaba dinero a los campesinos y luego mediante sucias tretas embargaba sus propiedades; el blanco era un molinero que robaba muchas maquilas del molino de su señor; el negro era un ermitaño que engañaba a las gentes; el amarillo un juez corrupto; el azul un tabernero; el verde un terrateniente que deshonró a muchas jóvenes y el naranja un hijo que por odio maltrataba a sus padres.

Si los intuyes, no dudes, siete cruces en el aire debes hacer y una hierba de San Juan llevar encima, eso te protegerá en su cercanía, pero cuidado, debes cogerla la madrugada de la noche de San Juan del año anterior, sino de nada valdrá.

Las flores del agua y los tréboles de cuatro hojas deberás encontrar mientras en tu mente resuena esta canción:

A quín coja la yerbuca
la mañana de San Juan,
no li dañarán culebras
ni caballucos del mal

Recogerlas te traerá bendiciones como vivir cien años, no sufrir dolores, vivir sereno y no pasar hambre.

¡Cuidado!

Cuando la noche acaba y las hogueras son brasas, al amanecer de los tiempos, desaparecen los caballucos del diablo atravesando cuevas cubiertas de sangre. Sus babas al enfriarse en el suelo, se convierten en barras de oro, quien osa recogerlas tendrá riquezas a raudales pero su alma al infierno irá irremediablemente.

Y tras esta leyenda, solo decirte, ¿es necesario que esperes al año próximo para zurcir tu cuerpo y/o tu alma y cincelarlo a tu gusto?

Aunque, la verdad sea dicha, puede servirte de terapia esa hoguera de San Juan...

Recuerda que en ti está todo aquello que necesitas y que solo tú puedes remediar tus males o poner fin a tus pesadillas. Deja que la luz te muestre tu camino, nunca estarás solo, tú lo eres todo.

@María José Luque Fernández.

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